sábado, 15 de septiembre de 2012

CREER


Hola, hoy me apetece hablar de las creencias. Sí, lo sé, es un tema controvertido y muy etéreo, porque es probable que haya tantas creencias como seres humanos en la tierra.

Bueno, quizás no tantas, pero sí que son, en todo caso, muy variadas y numerosas.

Según parece, el ser humano, o sea, el común de los mortales, parece tener una imperiosa necesidad de creer en algo.

Queremos tener algo a qué aferrarnos. De esta manera, supongo que los avatares de la vida son más llevaderos.

Pero ¿y los ateos? ¿Son realmente unos descreídos? Porque siempre me he preguntado lo siguiente: si despachas de tu vida a dios, y, sin embargo, sigues perteneciendo a esta especie humana “credo-dependiente”,  ¿qué reemplaza a la ética religiosa en un ateo?

Por lo que he podido debatir con algunos de ellos, al parecer, la cosa sería algo así como una especie de fe ciega en la ciencia, la ética democrática y la justicia tal y como se plantea en éstas.

Mi pregunta sería la siguiente: ¿No es un acto de fe creer ciegamente en la ciencia como dadora de respuestas ciertas o comunicadora de certezas? Al fin y al cabo, muchas cosas que la ciencia tenía como ciertas, hace apenas unas décadas o un siglo, se han demostrado totalmente erróneas o han sido reemplazadas por otras tecnologías y certezas actualmente. Por ejemplo: ¿Quién me dice que la teoría de la evolución de Darwin sea cierta para siempre jamás? A lo mejor, con los adelantos  tecnológicos del futuro, lo que ahora parece una teoría bastante lógica, puede parecer absurda dentro de un siglo.

Lo que ahora sabemos de la psique humana y de la medicina en general, podrán parecer, dentro de una par de siglos, técnicas y teorías atrasadas y prehistóricas.

Si a esto le añadimos que, por regla general, el sistema de valores y las creencias que tenemos son producto de una mochila cultural, depositada en nosotros al crecer y nacer en un determinado entorno, lo único que hace que haya más escépticos y ateos en el mundo occidental que en el tercer mundo, por poner un ejemplo, son producto de una apuesta cultural y tecnológica, más que una elección personal.

De hecho, cuando nacemos, somos un libro casi en blanco, en nuestro cerebro no hay ningún concepto de dios, ni de ninguna otra opción.  Nacemos no ateos, no religiosos, no conocemos ninguna teoría de la relatividad, ni nos gusta una determinada música, ni una determinada forma de vestir, somos apolíticos, no somos racistas, puesto que no sabemos que existen razas distintas, ni tampoco somos ni de derechas, ni de izquierdas. De hecho, por no tener, no tenemos ni ego, este concepto tan de moda últimamente.

Nacemos limpios, sin nombre, sin nacionalidad, ni credos. Teniendo en cuenta estas circunstancias, creo que la vida debería consistir en un intento de borrar las huellas dejadas por nuestra sociedad, por nuestros padres, políticos, sacerdotes, profesores…, para, así, intentar reencontrarnos con la pureza original, la de nuestro nacimiento.

¿Acaso lo que predican todas las religiones, el retorno al nirvana, al paraíso original, no se podría resolver simplemente volviendo al punto de partida? En este punto de partida, uno no tiene fobias, miedos, ni odios, ni racionales, ni irracionales, puesto que uno no sabe lo que es el miedo, ni siquiera el concepto tiempo existe para un neonato.

¿Acaso todo esto no se parece a la perfección que tanto anhelamos a lo largo de nuestra vida? La ausencia de maldad, puede que consista en esto, en la ausencia de creencias. Solo digo tal vez… no se.
 
y ahora como viene siendo costumbre, un enlace a una magnifica cancion, creo que le pega muy bien al tema : http://www.youtube.com/watch?v=FGA9HhDGREY&feature=fvst